Pasado Continuo

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BLACK TULIP _FASE 1_2

Black Tulip: de máquinas y rituales

 

Acción inaugural: la galería Estrany de la Mota está vacía. En un gesto mecánico y anónimo, Black Tulip ha recuperado el funcionamiento del montacargas, inutilizado desde hacía varios años. Siguiente intervención: la galería debe recorrerse sobre un andamio. La sensación es de inestabilidad. Desde allí, observamos unas cortinas que ocupan la totalidad de la pared del fondo de la sala. Los visitantes andan a tientas, no están cómodos. Si nos incorporamos y miramos hacia abajo, veremos unos pequeños objetos en el suelo. Nuevas variables se irán añadiendo a la estructura a lo largo de la exposición, algunas más visibles que otras, durante tres meses.

 

El montacargas y el andamio son estructuras de hierro que soportan y ayudan al trabajo manual. Tienen que ver con los edificios, con los espacios habitables o de trabajo y posibilitan la movilidad por ellos.

Si hacemos una interpretación materialista, poner el montacargas en funcionamiento nos sugiere un acercamiento a la evolución en los métodos de producción. El cambio de una economía basada en las mercancías a una economía de servicios, de un arte material a un arte de concepto, en el que ya no se necesitan grandes parafernalias para poder transportar las obras. El andamio sugiere una arquitectura en módulos y muchos otros obvios referentes a la construcción. También, como ya se ha utilizado en exposiciones como Principio Potosí (Museo Reina Sofía, 2010) invita a un cambio de perspectiva en la experiencia artística, ya sea a nivel visual o simbólico.

 

Pero curiosamente, a pesar del marcado carácter impersonal y mecánico que las obras sugieren, y de su definición como “herramienta” de producción, las acciones de Black Tulip coquetean con fenómenos como la trascendencia, lo ritual y la ciencia-ficción, desde un punto de vista entre la ironía y la fascinación. Sobre uno de los extremos del andamio encontramos una silla y un taburete donde se han dejado unas fotocopias. En ellas podemos leer frases que tienen que ver con la invisibilidad y el desdoblamiento referentes a varios personajes como H.P. Lovecraft, Fernando Pessoa o Aleister Crowley. Desde la alusión a un monstruo oculto hasta una reflexión del teórico Richard Sennett sobre lo común, el texto constituye un buen ejemplo de las variables en las que se mueve la práctica de Black Tulip.

 

El objetivo de este paraguas, según su propia definición como tal, es el de poner énfasis en la producción por encima de otros factores. Pero lo que se produzca bajo el nombre de Black Tulip deberá estar detenidamente orquestado porque eso será lo que garantizará su representabilidad universal y su inserción en el circuito artístico. También supondrá el riesgo de adquirir el carácter de marca, de sello de garantía de proyectos similares en su carácter de acción puntual y colectiva – dando por supuesto que ningún nombre es totalmente neutro. Pero tampoco se puede tomar una posición crítica desde fuera del sistema. Hay que pasar por la exposición, el mercado y la crítica.

 

Por ejemplo, Claire Fontaine, fundado en 2004 en París, se denominan como un artista colectivo más que un colectivo de artistas. Su discurso tiene que ver con los procesos de subjetivación y su relación con el poder. Escriben textos y realizan exposiciones poniendo énfasis en el mercado y en el consumismo declarándose artistas ready-made. En cambio, el trabajo de Black Tulip formula su interés por lo colectivo a través de lo ritual y lo ficcional, poniendo énfasis en la parte más física de la experiencia artística. Es como si dos lecturas contradictorias se encontraran en una definición, la de la producción sin necesidad de autoría y la idea romántica del artista desconocido. Quizá el poner énfasis en una reste importancia a la otra, quizá no. Quizá da igual, finalmente eso es lo que se busca: despistar, equivocarse y tentar fórmulas.

Publicado en La Vanguardia – Culturas – 9 oct. 2013

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