Pasado Continuo

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Jesper Just, A Voyage in Dwelling, 2008Jesper Just, A Voyage in Dwelling, 2008

Todo terminará en lágrimas – Jesper Just

 

En los vídeos de Jesper Just, nada es lo que parece. Situaciones ambiguas y descorcentantes en las que contra más intentamos comprender su argumento, más complejas nos parecen. Todo ello sumado a una imagen impecablemente cuidada, donde no se pasa por alto ni un solo detalle. Como en el cine de Lynch, la hiperrealidad mezclada con cierto halo de misterio nos hace perder las coordenadas de la imagen cinematográfica convencional. Just logra deconstruir la ideología de nuestra mirada.  En un primer momento, los personajes nos parecen grotescos y exagerados, pero en el fondo, nos conmueve su tristeza. Nada es fortuíto, pero tampoco impuesto. Cada final queda abierto.

Cuántas veces hemos visto en el cine a un hombre llorar? Los hombres pueden ser violentos o dotados de cierto estoicismo emocional, pero raras veces llegan a emocionarse. Y menos en público. “No deberías haber venido”, el dueño del club, un hombre de mediana edad vestido de traje insiste con voz temblorosa, sentado en una de las mesas del local vacío.  “Tranquilo, no tardaré en marcharme”, contesta el joven recién llegado, con guantes blancos. Humo, espejos y terciopelo. Bajo la luz turbia de los focos del local de striptease, ambos hombres se asemejan físicamente, podrían ser padre e hijo. De repente, el joven se abraza desesperado cayendo de rodillas ante un hombre impasible y frío que no soporta la situación. Los hombres duros no se emocionan. El abrazo es tan fuerte que ambos caen rodando al suelo en una lucha en la que el joven acaba muriendo. Ha sido el abrazo más dulce (The sweetest embrace of all, 2004).

Suena una música misteriosa. En un ambiente entre pesadilla y novela negra, de nuevo los dos hombres aparecen distantes en un jardín chino. Mientras el joven mira con una sonrisa maliciosa, tocando el tambor como en un redoble de muerte, el mayor está sufriendo, y por alguna razón, todo terminará en lágrimas (It will all end in tears, 2006).

Todos los elementos están estudiados minuciosamente para que la situación se desencadene de forma habitual. Un bar de striptease, un club de fumadores o un aparcamiento son algunos de los lugares masculinos por excelencia que Just escoge para desarrollar la acción. Empleando una gran producción, logra colocar a los personajes en claroscuros suntuosos en los que no se ha olvidado ni un detalle. De repente alguna acción inesperada se convierte en el motor de la tragedia. Descubrimos unos personajes tan vulnerables que nos parecen patéticos. Nos avergonzamos de reírnos ante alguien que ha perdido el control, mostrando de manera abierta sus emociones  y las sutilezas de su tristeza y melancolía mediante sollozos.

Sin embargo, todos los personajes son arquetipos. Altos, fuertes y con el vestuario perfecto acorde a su papel, los hombres representan a la perfección los roles clásicos masculinos. Las mujeres, como salidas de una película  de Fassbinder, son cánones de belleza estoica. Cada personaje está estudiado con gran detalle, en una perfección física que no permite sentamentalismos. Son como tableaux vivants esperando el colapso.

Pero los personajes de Just no pueden ser entendidos de manera única. Los argumentos son demasiado ambiguos como para concretar una simple lectura. El absurdo y el misterio de cada situación impide crear una empatía total con los personajes.

De repente, la película de cine negro que creíamos estar viendo se convierte en un musical grotesco.  Un hombre mayor se coloca una peluca rubia e interpreta con voz grave y efusiva una canción de Olivia Newton-Jonh. Un coro de hombres rígidos y serios gritan violentamente la canción I got you under my skin de Cole Porter. La música se convierte en otra convención a deconstruir, utilizando todos sus registros. Los personajes también bailan. Y lo hacen sin parar en una coreografía interminable, de vueltas y vueltas, que nos resulta absurda, burlándose de una de las imágenes más consolidadas en la historia del cine.

Nos sorprende que Just tocara de adolescente en un grupo de death metal al escuchar la composición elegante y clásica de cada una de sus bandas sonoras. Pero puede convertirse en una buena metáfora para comprender la ambigüedad de su obra. Bajo la oscuridad y lo grotesco que se refleja en cada uno de los vídeos (A vicious undertow, 2007) se esconde algo poético, una invitación al amor (Invitation to Love, 2003). Situándose entre lo lírico y lo cínico, Just explora las relaciones humanas para hacernos ver que, como en el amor, todo terminará en lágrimas.

 

Jesper Just, Witte de With, Rotterdam, 2007

Publicado en Cultura/s – La Vanguardia